McLuhan
nació en 1911 en Edmonton, Alberta (Canadá) y murió en 1980 en Toronto. Después
de estudiar ingeniería, se decantó por la literatura, disciplina que estudió en
la Universidad de Manitoba, y se doctoró en Cambridge, Inglaterra, en 1943, con
una tesis sobre la poesía inglesa en la época isabelina. Enseñó en varias
universidades de Estados Unidos y Canadá, pero especialmente en el Saint
Michael’s College, de la Universidad de Toronto. De entre sus numerosas obras,
fueron La Galaxia Gutenberg y Comprender los medios de comunicación
las que le proporcionaron fama internacional a partir de la segunda mitad de
los años sesenta. De su biografía, resulta interesante resaltar un par de
aspectos. El primero es que resulta difícil situar a McLuhan dentro del
panorama de las ciencias sociales, aun cuando, como es natural, estuvo sometido
a varias influencias. Por ejemplo, conocemos la relación que mantuvo con Harold
Innis, uno de los fundadores de los estudios de comunicación. Por otro lado, puede
parecer extraño, pero algunos aspectos de su obra concuerdan con la de Herbert
Marcuse, de quien, probablemente, debió recibir alguna influencia, si bien el
marxismo, fundamental en el pensamiento del sociólogo crítico alemán, está
totalmente ausente de la de McLuhan. El segundo aspecto que vale la pena
destacar es que era un buen conocedor de la literatura inglesa y que la enseñó
en varias universidades de Canadá y Estados Unidos. Quizá fue precisamente su
bagaje de conocimientos literarios lo que le ayudó a comprender que estaba
viviendo el final de una época cultural gobernada por la textualidad. El hecho
es que McLuhan fue uno de los primeros autores, aunque el primero, que se dio
cuenta del cambio cultural que suponía la existencia de los nuevos medios
audiovisuales. Sus afirmaciones, a veces provocadoras, a veces crípticas,
originaron adhesiones entusiastas y férreas críticas. Hoy en día, veinticinco
años después de su muerte, después de que su obra se pusiera de moda y de que
haya permanecido en un olvido relativo en los últimos tiempos, parece que
estamos en condiciones de leerla desapasionadamente, juzgándola con el distanciamiento
que proporciona el paso del tiempo.
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